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"Edén" de Mía Hansen Love - Seminario Cine y Rock

EL FIN DE LA ADOLESCENCIA

por Gustavo J. Castagna

Uno de los mejores films de la primera década del siglo es 24 Hour Party People (que será exhibida en el seminario el miércoles 27 de abril) del inglés Michael Winterbotton y su excelente reconstrucción de la movida musical en Manchester, en una historia que empezaba con los Sex Pistols y terminaba con el estallido de las rave y que tenía al empresario Tony Wilson como voz y cuerpo narrador.


EDEN, en cambio, no está contada desde el punto de vista de un personaje reconocido sino a partir de Paul (el hierático y funcional Félix De Givry) como uno de los tantos cultores de la música garaje por la calles de París y Nueva York, con aquel marco inicial de época (año 1992) que la película traerá hasta casi estos días.

Como en 24 Hour el contexto se combina con las vidas de los personajes y la creación musical con las idas y vueltas de Paul y su madre, sus parejas, sus amigos, sus amistades ocasionales y, más que nada, sus ganas de triunfar en aquellos tiempos de Daft Punk antes, durante y después de que los franceses se convirtieran en estrellas.

Como también sucedía en el film de Winterbotton, el entorno y la descripción de época presentará consumo de cocaína, una muerte joven, hijos, peleas, la posibilidad de encaminarse hacia otros rumbos y, más que nada, los vanos intentos por detener el paso del tiempo y las obligaciones que impone la sociedad luego de una prolongada etapa adolescente.

“Tengo 34 años” dice Paul mientras es ayudado por un grupo de amigos luego de una noche de alcohol, sustancias duras e intento de suicidio. La noche y la fiesta parecen interminables para Paul y quienes están cerca suyo pero, como sucede en la mayoría de las películas que marcan el antes y un después de una generación junto a un determinado tipo de música, la sociedad impondrá su mirada hacia un futuro de bienestar muy lejos de aquellos años de riesgo permanente y de bienvenida (in)comodidad pos adolescente.

El criterio de puesta en escena elegido por la directora es reacio a la celebración y a la empatía con el espectador, como sí ocurría en el film de Winterbotton. Al contrario, ya que en EDEN el personaje central no estimula la identificación ni tampoco la compasión debido a su pose fría y desangelada frente al estado de las cosas. Y en ese punto, la película triunfa por su carácter distintivo: la música surge como válvula de escape a través de la pose hedonista que reemplaza a la idea de compartir un espacio lúdico y festivo con el otro. El goce es interno, unipersonal, ombliguista y ajeno a la satisfacción y altruísmo social. De idénticas características serán el dolor y la pérdida por una etapa de la vida que queda atrás, confirmando que ninguna fiesta resulta eterna.


EDEN fue dirigida por Mia Hansen-Love, joven actriz y ex redactora de la revista francesa de cine Cahiers du Cinéma, ya con tres títulos anteriores entre los que se destaca El padre de mis hijos (2009).

El argumento refiere a su hermano Sven, uno de los tantos cultores anónimos de la música garaje-house que en Eden alcanza un alto grado paroxístico dentro de una trama que rinde culto a ese pasado cercano con una mirada melancólica y verídica que hasta consigue llegar a la emoción.

“Salsa de mierda” dice Paul en la última parte del film cuando presiente que los tiempos de las rave están llegando a su fin. O tal vez ese insulto refiera a él mismo, quien no podrá detener el andar de un mundo “real” y de una fiesta diferente que hasta podría parecer siempre la misma. Los Daft Punk, quienes aparecen en la película a través de breves cameos, parecen haber quedado atrás, pero la música, por suerte, asoma otra vez para no detenerse nunca.

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