La Opera prima de Román de Cárdenas, acaba de ser seleccionada para competir en el BAFICI. A continuación entrevista previa al Director, egresado del CIC
Cuándo surge “Las piedras” como proyecto de Largometraje?
Las Piedras surge de una primera escritura en Noviembre de 2009. Desde ese momento hasta la instancia de rodaje fue una scaletta. En principio, impulsiva; después fue tomando más cuerpo. Incluso en el rodaje mismo surgieron varias escenas de las cuales al menos dos son, no sólo importantes en la película, sino parte del corazón de la misma. 2009 fue un año de transición para mí, y tal vez esa transición originó ese texto abierto. Abierto como yo en ese momento de mi vida. En algún punto, abierto a cambios.
En lugar de escribir un guión y luego buscar personajes y locaciones, escribí a partir de actrices, actores y locaciones seguras. Esta metodología, es menos una regla de oro del cine independiente que del teatro. Yo venía de participar de la Compañía Teatral Ideas Líquidas, también originada entre egresados del CIC, y ahora creo que allí surgió la tendencia a escribir sobre lo que se tiene a mano. Sin por eso limitarse en nada. Convengamos que mi idea de cine se corresponde con esas flexibles condiciones de producción. De cualquier otra manera sería mucho más difícil.
En cuanto a la dramaturgia, sentí que tenía un camino seguro al tomar como punto de partida uno de los cuentos más geniales que leí en mi vida: “Conservación” de Raymond Carver. Me pregunté ¿qué pasa si la heladera que se rompe en el cuento es la heladera a gas de la casa de fin de semana de mi novia en el Tigre? ¿Qué pasa si el personaje femenino del cuento es ella? ¿Qué pasa si el personaje masculino soy yo?
A partir de allí comencé a escribir, como lo hago siempre, sin saber muy bien adónde iba a terminar. Y terminé en mi ciudad natal, para variar, paseando en moto y pescando en el río.
En el medio apareció un fumigador (mi suegra tiene una empresa de fumigación) y un amigo que vive en el campo (mis abuelos tienen una chacra en el campo). Pero todo fue inconsciente, desde este lugar: El mundo era abstracto. No existían lugares más allá de mi experiencia. Más allá de lo cercano. Incluso geográficamente hablando, al momento que mi cabeza pensaba un lugar, ese lugar comenzaba a existir. Antes no. Incluso tampoco existían los alrededores si yo no los imaginaba. No sé si Welles se refería a esto cuando dijo que lo más le importa o le interesa del cine es la abstracción. Pero a mí particularmente, este tipo de abstracción, la que me lleva a pensar que el mundo no existe si no lo (des)escribo es lo que más me interesa de la escritura para cine.
Al cuento de Carver, le sumé las sensaciones algo cercanas que experimenté cuando leí “El río sin orillas” (hasta ahora, el libro que más me ha gustado de todos los que he leído), sobretodo el capítulo titulado “Verano”. Por esto, la historia transcurre en verano. Pero para recuperar esas sensaciones tenía que viajar a mi ciudad natal… así que clausuré el cuento lo más respetuosamente posible y “me fui” para Arrecifes. Vuelvo a repetir que todo esto fue mucho más inconsciente de lo que parece.
Cuando terminé de escribir, eran entre dos y cuatro hojas, no lo recuerdo bien. Lo que sí recuerdo es que tenían el sabor a algo posible y, fundamentalmente, en movimiento. Abierto a cambios.
Tal fue el caso, que la película siguió en movimiento incluso durante el montaje, en donde tomó también otra dirección. Algo que, desde este tipo de proyectos, es mucho más positivo que negativo.
Cómo fue el trabajo con el equipo técnico?
Con el primero que me contacté fue con mi amigo Fernando Gatti para la Asistencia de Dirección. Empezamos a pensar cada vez más seriamente que Las Piedras era posible. Lo primero que se me cruzó por la cabeza fue armar un equipo íntegramente conformado por egresados del CIC. Una escuela que forma profesionales en cine y actuación, yo había trabajado seis años ahí, conocía varias generaciones; no necesitaba buscar en ninguna otra parte. Armé un equipo para el verano de 2010, no llegué con el tiempo, surgieron compromisos laborales que no podía rehusar desde lo económico y que más adelante me posibilitarían realmente poder producir esta película. Así fue, con el apoyo de mi novia que supo junto a mí dejar de lado otras ciertas comodidades, invertí dinero en esta película sabiendo de antemano que era menos una inversión económica que profesional. Mariana, como productora asociada del proyecto, entró en una tónica similar y me entendió y bancó desde un primer momento. Me reuní con Fer Gatti (asist. De dirección y cámara) y Vicky Deluca, quien desde un primer momento estaba en mis planes para la Dirección de Fotografía, luego lo llamé a Walter Flores para producción, me ayudó hasta donde pudo, luego le surgieron trabajos y se reincorporó más tarde a la película. En el medio la figura del Jefe de Producción quedó difusa, varios llamados telefónicos, hasta que di con Minerva M., una entidad productora novel, integrada por tres egresadas del CIC: Lucila Castellanos, Florencia Iwabuti y Jimena Plazas. Con estos tres pilares ya me sentía en condiciones de arrancar. El resto del equipo se armó antes y después de estas tres áreas. Sebastián Cerezo en sonido; Clara Isla Casares, Antonella Bonboni, Walter Flores y Hernán “Pichón” Fontana como asistentes de producción; Matías Bereslawski como gaffer; Celeste Veleda como coach de actores; Lean Aste como montajista. Conté también con la ayuda de otros amigos del CIC que, por diferentes motivos, no estuvieron durante todo el rodaje, pero que fueron también muy importantes como Fede Maggiore, Caro Rolandi, Guadalupe Dambrine y Sofía Santangelo. El elenco estuvo compuesto por Mariana Padial, Nicolás Bellati, Josefina Luchessi, Celeste Veleda, Fernando Gatti (sí, sí, los que lo conocen leyeron bien; Fernando actuó y lo hizo muy bien) y yo. También participó Hernán Molinari, muy talentoso con un personaje de su creación llamado “La Monja”. Lamentablemente, en el corte final esa escena no entró, pero su desempeño fue exquisito y su canción “Llamen al padre” el alma matter de la película durante el rodaje.
Pensamos que había tres bloques en la película: TIGRE – CAPITAL – ARRECIFES. Ese era el orden cronológico. Capital y Arrecifes en paralelo para ser exactos. El diseño de producción se armó a partir de estas tres etapas. Comenzamos por Capital, después por el Tigre y por último, Arrecifes.
Ya casi estábamos, sólo nos faltaban los equipos (mi presupuesto podía solventar viáticos y comida, pero no los equipos). Ahí apareció el CIC. Me reuní con Marcelo Trotta y Vivián Imar, me preguntaron qué necesitaba y con qué cámara quería grabar. Me dieron todo lo que pedí. De hecho cuando les dije que quería hacerla con la Cannon 7D, me dijeron que con todo gusto me la disponían para la película. Fue realmente muy emotivo e importante contar con ese apoyo.
El resto tuvo y tiene que ver con el equipo. Todos trabajaron de manera absolutamente profesional, sabiendo que no era un trabajo asalariado y que corrían (y corremos aún) el riesgo de no percibir dinero por esto. Pero todos entendieron desde qué lugar se emplazaba el proyecto y que la inversión venía para todos nosotros por otro lado.
En que etapa se encuentra la película?
La película se encuentra en la etapa de post producción. Estamos afinando el corte final de imagen, ya en los últimos detalles, más métricos y rítmicos que narrativos, creo que terminará más cerca de los setenta y tres que de los setenta; y próximos a encarar la etapa de sonido y color. Para esto también estamos pensando de qué manera encararlo desde el acotado presupuesto que manejamos. Pero tenemos Fé que con el aval de la Competencia Nacional del Bafici podamos conseguir algún tipo de convenio para la etapa de color. De cualquier manera, el material entregado por Vicky Deluca es de primer nivel y realmente es muy poco lo que hace falta retocar.
Tienen armado un circuito de festivales donde presentarla?
Sí. Florencia Iwabuti, Lucila Castellanos y Jimena Plazas armaron una lista de Festivales por fechas. Pensamos aplicar a la máxima cantidad posible que nuestro presupuesto nos permita. De cualquier manera, el hecho de estar en el Bafici, también nos pone en vidriera frente a los programadores de los Festivales más importantes del mundo. Ojalá que algo surja de allí.
Ya hay próximos proyectos?
Estoy trabajando desde la misma época de Las Piedras en un documental. Ya tengo alrededor de veinte horas de material. Lo voy a continuar este año, cuando pase el temblor. En principio se llama “El almacén del Ombú” y gira en torno a una familia y a un hallazgo artístico de carácter histórico. Realmente es un historia increíble y tengo mucha Fé en ella. En ficción, sólo ideas… pero estoy esperando que se vaya el impulso por el género.
Hay un gran proyecto de un amigo, pero no sé si se puede contar.
Que le recomendarías que tenga en cuenta un estudiante de cine durante su carrera en la escuela?
Que detecte qué es lo que realmente ama el profesor que tiene adelante. Que lo sepa y que vaya en busca de eso. De esos libros, de esas películas. Que los lea a todos, que las vea a todas. Después sin darse cuenta, sabrá que tiene su propia idea de mundo. Su propia ideología. Porque es imposible la emoción sin la experiencia. Y el cine, como todas las artes, enfoca siempre hacia el hombre. El acto emotivo de sentirse pleno frente al arte, sólo es posible cuando se funde con recuerdos y vivencias personales. A partir de allí, la razón comenzará a delimitar el terreno de las predilecciones. En el medio habrá aprendido, a partir de las prácticas en la escuela, a contar el cuentito. Por último habrán quedado compañeros y otros seguirán en el camino. El compañero siempre es un espejo, cuando esas imágenes se corresponden demasiado, esos compañeros se transforman en amigos. Si consigue amigos, que los cuide. Que aprenda a expresarse y a ser sensato frente a ellos, hasta creer realmente en la idea del encuentro como algo revelador y único, que lo lleve a la certeza de saber que la confianza y el respeto por el trabajo del otro es parte de la confianza y el respeto por sí mismo. Con esas tres cosas se puede suponer que comienza a esbozarse un director de cine.
Y que lea “Esculpir en el tiempo” de Andrei Tarkovski.
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