EL MISTERIO KEYSER SÖZE
Por Gustavo J. Castagna
Allá por la segunda parte de 1995 algunas salas de cine de acá exhibieron films policiales, algunos originales y otros no tanto. La nueva corriente genérica parecía provenir desde comienzos de la década a través de títulos que producía HBO, del reciclaje formal y temático que proponían algunas series de entonces y la puesta al día en vertiente gangsteril que había refundado Scorsese, primero con Buenos muchachos y luego desde el imperio del juego de Casino.
Films de John Dahl (La última seducción; La muerte golpea dos veces), los posteriores estrenos de Pecados capitales y Los Ángeles al desnudo, la cita impostergable por conocer Jackie Brown, “el último Tarantino” (arrastrando la repercusión que había tenido Tiempos violentos), el bienvenido remanente vía Quentin de Escape salvaje (True Romance) de Tony Scott, una excelente propuesta como Revancha (Payback) del guionista Brian Helgeland tras la cámaras, en fin, el panorama de aquellos diez años mostraron al policial en buena forma, con aires renovadores, miradas originales, violencia en buena dosis, arquetipos genéricos construidos desde la modernidad pero escarbando en la forma clásica.
La grilla de aquella década debería completarse con LOS SOSPECHOSOS DE SIEMPRE, segundo título del hasta entonces (casi) desconocido cineasta Bryan Singer.
Es el instante del mejor rompecabezas de la década, de la construcción de una historia y de personajes atractivos, de la conformación de una manera de hacer policiales en donde los sospechosos son todos aquellos que andan por ahí, pero también, alguno que es enviado como emisario de un criminal de origen turco de bien ganado prestigio.
Agentes de policías corruptos, ladrones, contrabandistas, un jefe dentro de la legalidad dispuesto a interrogar a un sospechoso con inconvenientes físicos y una trama que va y viene en el tiempo son los resortes estilísticos y temáticos de los que vale el director Singer y el guionista Christopher McQuarrie para ir desovillando una historia con diferentes capas narrativas, puntos de vista discordantes y climas que remiten a la mejor tradición genérica.
LOS SOSPECHOSOS DE SIEMPRE expone sus cartas desde el inicio, presentando un interrogatorio en un destacamento policial, como sucede en docenas de films del género. Desde allí la trama describirá los tipos y códigos del grupo protagonista, a través de personajes opuestos, algunos más eufóricos y otros parcos y casi silenciosos frente al estado de las cosas. Dean Keaton (Gabriel Byrne), McManus (Stephen Baldwin), Fenster (Benicio del Toro), Hockey (Kevin Pollak), Kint (Kevin Spacey), el emisario Kobayashi (Pete Postlehwaite) y el jefe de policía interrogador y dispuesto a descubrir el enigma (Chaz Palminteri) son los personajes que articulan, arman y desarman un impecable discurso narrativo construido desde el guión y a raíz de una más que funcional puesta en escena.
Esos son los personajes que están en campo, ante nosotros, expresando su particular punto de vista. Pero el principal, el eje desde el que circula la historia de LOS SOSPECHOSOS DE SIEMPRE, está en un espacio off, se habla de él, se refiere a su figura, se trata de comprender desde qué lugar proviene su poderío, su conocimiento del resto, su decisión por constituirse en el centro del relato. Pese a que no está. O sí. O tal vez.
Por ese motivo, la pregunta surge con fuerza en más de oportunidad: ¿quién es Keiser Söze?
Será cuestión de mirar atentamente a la taza de café y a los recortes periodísticos y a un montón de pistas sueltas que desparrama la trama y así revelar uno de los misterios más importantes y atractivos que diera el cine hace veinte años.
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