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"Tiempos Violentos" de Quentin Tarantino - Seminario sobre Cine de Género: Terror/ Policial

HUBO UN TIEMPO QUE FUE HERMOSO…

Por Gustavo J. Castagna

Probablemente TIEMPOS VIOLENTOS (o Pulp Fiction a secas como prefieren los fans) sea una de las películas de los 90 de las que más se escribió, habló, discutió y hasta polemizó en los rincones de la cinefilia más tradicional y de aquella infanto-juvenil que empezaría a emerger a propósito del opus 2 de Quentin Tarantino.


En efecto, a partir de las casi dos horas y media de personajes, situaciones, invocaciones al género policial, violencia extrema, chistes, guiños, una estructura particular (ni demasiado “genial” u “original” como se dijo más de una vez), citas al pasado en plan reciclaje postmoderno y un grupo de intérpretes funcionales aun en mínimos apariciones, TIEMPOS VIOLENTOS quedó instalada como un antes y un después, un film-faro, una referencia permanente de aquella contemporaneidad cinematográfica y de un (supuesto) cine del futuro.

Tarantino y su locuacidad habitual (más brutal, desprolija y menos señorial que la verborragia de Scorsese con sus trajes Armani) hicieron lo suyo, como el aparato de producción de la época y la gerencia de marketing.

El paquete estaba preparado: un director que ya había trascendido con Perros de la calle, su opera prima), actores conocidos y taquilleros (la mayoría), el culto a la novelitas pulp, el policial como fundamento genérico, pero también, la particular cinefilia de su director, en este caso, llevada a un alto grado paroxístico.

Es que en TIEMPOS VIOLENTOS se mixturan a puro placer narrativo una multitud de historias, conversaciones y personajes que pertenecen a la gramática del policial pero construidos por la particular mirada del cineasta. Una mirada oblicua, transversal, periférica al género, matizada con momentos de humor irónico y filoso, contemplados desde un deja vú que nunca decide el camino de la soberbia y “la canchereada” estilística (por ejemplo, como ocurre en varios films de los Coen) sino desde el ojo clínico de un director que observa con ingenuidad y sin culpas a sus personajes.

Así, los cruces y desvíos del relato, las implicancias narrativas que unen o separan a los personajes, los raptos de violencia, los excesos en el consumo de sustancias, las referencias al rockabilly de los 50 (Buddy Holly, Elvis), a las estrellas de cine de entonces (Dean Martin, Jerry Lewis, Jane Mansfield, Marilyn Monroe) y un cineasta de culto (Douglas Sirk), pueden confundirse con cierto coqueteo canchero del director.

Pero la mirada no es así: en Tarantino prevalece un cóctel cinéfilo pero digerido por un habitué de videoclub de los años 80. Un asiduo concurrente del VHS o un empleado de esa clase de local que consumió la historia del cine a través de la fragmentación y no de la película completa, del retazo recordable en lugar de la explicación teórica, de la escena bien aprendida de memoria que reemplaza a la complejidad de una secuencia.

Aquello que ya había sentado las bases en Perros de la calle se manifiesta con elocuencia en TIEMPOS VIOLENTOS, la mejor película del realizador junto a la posterior Bastardos sin gloria. En aquellos años de Pulp Fiction Tarantino produce la resurrección de Travolta para la memoria del cine, por primera vez clava su mirada fetichista en los pies de Uma Thurman, habla de culos de tipos y muestra el rigor de una escena de sexo anal (pobre Ving Rhames), presenta la primera espada nipona al estilo de la futura que se observaría en Kill Bill y estimula el placer de estar filmando una película para el recuerdo al aferrarse a una banda de sonido de alcance protagónico.

Ojalá los próximos títulos de Tarantino (no hay que creerle a un director cuando anuncia su jubilación) retornen a las fuentes de TIEMPOS VIOLENTOS y al éxtasis subversivo de Bastardos sin gloria o cómo asesinar a Hitler por primera vez.

Ojalá que vuelva mirar alrededor del mundo en lugar de relamerse en su discutible narcisismo.

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