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“Blade runner” de Ridley Scott Ciclo de cine de ciencia ficción en el CIC


EL FUTURO YA LLEGÓ

por Gustavo J. Castagna


“He visto cosas que los humanos ni se imaginan: naves de ataque incendiándose más allá del hombro de Orión. He visto rayos C centellando en la oscuridad cerca de la Puerta de Tanhaüser. Todos esos momentos se perderán… en el tiempo… como lágrimas… en la lluvia. Es hora… de morir.” (Roy Batty, monólogo final)


Como si los astros se hubiesen puesto de acuerdo y contemplaran todos sus deseos al comienzo de su carrera, Ridley Scott, luego de LOS DUELISTAS y ALIEN, EL OCTAVO PASAJERO, completaría su trilogía inicial con las dos horas de BLADE RUNNER¸ ejemplo fundamental ya de los años 80 que se convertirá en un título de culto que sedujo a los fans del género y que resultaría el puntapié inicial de muchos neófitos interesados en el tema.

La combinación genérica propuesta por Scott sale perfecta: el esqueleto argumental de un film noir entremezclado con la ciencia ficción, el look del policial fusionado al relato futurista, la mirada poco complaciente de la ley frente a la dignidad de aquellos perseguidos que ya no le sirven al sistema.

Pero además de Scott, el otro apellido que resplandece es el de Dick, Philip K. Dick (1928/1982), el autor de la novela Do Androids Dream of Electric Sheep? (1968), texto seminal que sustenta la atmósfera de BLADE RUNNER.


Por lo tanto, tal como ocurría en la anterior ALIEN daría la impresión de que Scott –valioso cineasta en sus comienzos- fue un ingrediente más (esencial, necesario se aclara otra vez) para la construcción del mito BLADE RUNNER.


En efecto, se está ante el primer gran ejemplo en imágenes de una distopía cyberpunk, acondicionada al diseño de producción, a la excelsa (¿también abusiva debido a su protagonismo?) banda de sonido de Vangelis, y a las notorias influencias que la película recibe y no disimula de METRÓPOLIS (1926) de Fritz Lang (que en fecha próxima será exhibida en el ciclo), pero también, tal vez sin presumirse aun en el momento de gestación, que desde su mismo estreno haría germinar al mito, a la referencia, al título siempre aludido, a la película que será copiada, imitada, bastardeada e invocada en más de una ocasión.

En ese sentido, BLADE RUNNER es el fiel exponente de una forma de hacer cine necesitó chuparle la sangre a otros títulos (con el film de Lang a la cabeza) y así construir su propia ingeniería visual y formal.


 

En ese sentido, BLADE RUNNER es el fiel exponente de una forma de hacer cine necesitó chuparle la sangre a otros títulos (con el film de Lang a la cabeza) y así construir su propia ingeniería visual y formal.

Pero también, el típico caso de obra que sería vampirizada por una docena de títulos de los 80, 90 y de inicios del siglo XXI.

Ese día y vuelta en tomar ideas y luego aplicar la misma regla y servir como punto de lanza de una nueva década dentro del género, ya de por sí, no actúa de manera peyorativa y crítica en relación a los resultados finales. Todo lo contrario: el mix de policial “negro”, Sci-Fi de culto y mundo futurista controlado, vigilado y digitado por el poder, de alguna manera, converge de manera inusual en una película de estas características.

Llueve y mucho en Los Ángeles 2019. Los replicantes no quieren desaparecer del todo luego de haber sido construidos por un sistema y una manera de ver a ese mundo que ya no les pertenece. Desde ese punto aparecerán Rachael (Sean Young) y su aura romántico e inocente, la interminable Pris (Daryl Hannah) y su figura y rostro de muñeca-juguete, Leon (Brion James) y su violencia física y sin contemplaciones, Zhora (Joanna Cassidy) y su cuerpo atlético apto para el servicio y, claro que sí, el líder Roy Beatty (Rutger Hauer), la voz filosófica, la pose melancolía por estar destinado a vivir una vida muy corta, el malestar por haber sido manipulado por un poder. Un poder que tampoco le pertenece al policía Rick Deckard (Harrison Ford) ni tampoco a su jefe (M. Emmet Walsh y al emisario que se vale de un bastón (Edward James Olmos). El poder es el del marco, el paisaje, los carteles, las luces, las publicidades de origen asiático, las naves espiando el caos, el hacinamiento humano que se choca con los avances tecnológicos.

El poder está en el plano general. Los géneros se hacen presentes en planos más cerrados.

Pasen, vean y disfruten de este mundo futurista que espera a la vuelta de la esquina.

Y luego, por inicios de octubre, recuerden que se viene Blade Runner 2049.


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