ANTES DE SALIR A LA CALLE
Por Gustavo J. Castagna
Godard lo hizo dos veces en menos de un año: primero con WEEK END y luego a través de LA CHINOISE. Volvió a hacerlo como antes en muchas ocasiones y como lo sigue haciendo hasta hoy: JLG llega antes que todos, anuncia, prevé, premoniza, alerta, obtiene y recurre a algo que aun está en su etapa embrionaria, es decir, prende y apaga la luz, viene y dice o hace antes que el resto de los mortales.
Sintetizando: con el díptico WEEK END y LA CHINOISE (las dos del 67) anunció el Mayo Francés del 68: el caos, los debates, las universidades tomadas, las fábricas ocupadas, las ideas al poder, el poder que tambalea y es puesto en duda, la burguesía que se plantea interrogantes, que discute si estar o no junto a los jóvenes y con los jóvenes y veteranos obreros, los padres que leyeron el Capital que se plantean si vale o no que sus hijos se pongan en contra de De Gaulle y las instituciones. Todo esto –resumido y sintetizado de manera elemental desde estas líneas- fue y sería el Mayo Francés, el mes que cambió o intentó cambiar la historia. Pero Mayo terminó y Truffaut se fue para un lado, Rohmer, Rivette y Chabrol eligieron otros caminos y Godard, solo Godard, emprendió el camino de la militancia maoísta marxista camuflado con el Grupo Dziga Vertov.
Pero esto sucedería después de WEEK END y LA CHINOISE, esas dos películas que hay que ver sí o sí para desmenuzar la cabeza de Godard antes salir a la calle y, cincuenta aniversario mediante estos días, interrumpir aquel Festival de Cannes y declarar clausurado el evento a dos días del inicio.
Antes había mostrado las rutinas de un fin de semana de la burguesía francesa en el caos ordenado que ofrecen las eternas imágenes de WEEK END. Con una pareja protagonista (Mireille Darc y Jean Yanne), con el auto negro evadiéndose o acaso de algo que no se sabe qué es, de un algo que se avecina, de ese embotellamiento infinito (8 minutos en un “falso” plano secuencia) por un ruta que conecta a París: bocinazos, gente en el asfalto (viva o muerta), gritos, un velero, un camión de Shell, animales, choques e insultos. Y ese auto negro que esquiva a otros para llegar a resolver el porqué de la situación: la muerte, el accidente, el fuego, la policía, el caos. O “La autopista del sur” de Cortázar agrupada en 8 minutos imborrables para la historia del cine.
Pero no solo eso es WEEK END. El prólogo es una reformulación de la escena inicial de EL DESPRECIO con una pareja hablando en la cama. En la película del 64 con el culo perfecto de Briggite Bardot elogiado por Michel Piccoli, como toda su anatomía de entonces, superando la perfección, digamos sin vueltas. Acá en WEEK END es otro el cariz: el cuerpo desnudo de Mireille Darc no se observa con detenimiento y el relato oral no es romántico ni cariñoso. Es otra cosa.
Pero si Godard ya iba abandonando su creatividad apabullante revestida de humor cinéfilo y contra-cultural, en WEEK END, como diciéndole al mundo del cine y más allá que no estaba para bromas, citas y homenajes, en esta premonición del Mayo Francés aun hay lugar para el collage, el relato a cámara, el caos en una especie de playa de estacionamiento, los cortes violentos entre toma y toma, los carteles anunciado hechos, franjas horarias y acontecimientos inmediatos, la referencia a Mozart en un bellísimo plano secuencia que habla de cine, música y de la vida en sí misma. Si hasta hay lugar para que Jean-Pierre Léaud encarne a un extraño Napoleón contemporáneo. Si hasta habrá cabida para exhibir algunas escenas de antropofagia.
¿Antropofagia? ¿Los franceses comiéndose entre ellos? ¿Antes del Mayo Francés? ¿Y las ideas al poder? ¿Y los axiomas heredados de aquella libertad, igualdad y fraternidad?
Godard lo hizo, como ayer, como hoy mismo.
WEEK END, obra maestra.
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