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"Fahrenheit 451" de Francois Truffaut - Ciclo de Cine de Ciencia Ficción

PRIMERO EL FUEGO, DESPUÉS EL AMOR Y SIEMPRE LOS LIBROS

Por Gustavo J. Castagna


Ya en los irrepetibles e invencibles tiempos de aquellos Cahiers du Cinema de los 50, el joven crítico y teórico Francois Truffaut planteaba las tensiones que se producían entre la literatura y el cine. Como muestra definitiva sobre el tema surgiría el célebre artículo redactado con su exquisita pluma: SOBRE UNA CIERTA TENDENCIA DEL CINE FRANCÉS, presentada en aquellas páginas de agosto de 1954 con la aprobación –aun con dudas- del papá tutor y director del mensuario André Bazin.


Pero Truffaut no anduvo con vueltas: invirtió su pensamiento en un texto seminal de la teoría en el cine, destruyó a la dupla de guionistas Aurenche y Bost y conformó su propio seleccionado francés de directores adorados, y en la vereda de enfrente, un grupo numeroso de cineastas despreciados a través de sus opiniones. En efecto, ya como crítico/teórico, Truffaut escarbaba la relación entre una obra original y la imagen, cuestión que continuará explorando en casi la mitad de sus largometrajes (sobre 22 que realizaría), concebidos desde una texto ajeno. Desde Henry James (LA HABITACIÓN VERDE), David Goodis (DISPAREN SOBRE EL PIANISTA), Henri-Pierre Roché (JULES y JIM; LAS DOS INGLESAS Y EL AMOR), William Irish (LA SIRENA DEL MISSISSIPPI, LA NOVIA VESTÍA DE NEGRO) o el diario de Adéle Hugo (LA HISTORIA DE ADELA H), entre otros ejemplos, siempre Truffaut nadó en las turbias o placenteras aguas que se establecen al fusionar la literatura con el cine.

Por eso un texto como FAHRENHEIT 451 de RAY BRADBURY, publicado en 1953, da la impresión que nació para que algún día el director francés hiciera su correspondiente transposición. Libros, mujeres, alegoría sobre el nazismo, hombres-libros, distopía genérica que transcurre en el 2010, una trama que entremezcla códigos del policial, el drama, la comedia, el romanticismo exasperado que caracterizaba al cine de Truffaut, todo ello aferrado a los códigos de la ciencia ficción, terminarán entregando una de las películas más cálidas del cineasta, no solo por su adicción literaria, sino también, debido a su transversal mirada sobre un futuro devastador.


El eje protagónico es el bombero Guy Montag (el actor Oskar Werner, ya visto encarnando a Jules en JULES Y JIM), su relación con los superiores, su lugar en el aspecto público pero también privado, mostrado en las escenas que juega con su esposa Linda (Julie Christie en uno de los dos roles que personifica en la película). Pero ese futuro supuestamente feliz para Guy como bombero que quema libros trastocará frente al desastre, a la temperatura que adquiere el papel al contactarse con el fuego, a la idea central de que los libros atenúan las crueldades de este mundo. No lo mejora, tampoco lo cambia, pero lo hace algo más placentero: esa es la mirada de Bradbury con la novela escrita desde el recuerdo cercano de los campos de concentración del nazismo, y más tarde, concretada desde las imágenes de Truffaut.

Consciente de los premios que obtuvo el film y de la repercusión no solo local sino también internacional, FAHRENHEIT 451 (1966) se convierte en un film popular, destinado a los fans del escritor, a los seguidores del realizador (hasta ahí con 4 largos, un par de cortos y un mediometraje incluido en un film colectivo – ANTOINE Y COLETTE) y a aquel espectador que comenzará a acercarse al género a raíz del tándem BRADBURY-TRUFFAUT.


Una de las productoras (léase “inversoras”) sería la actriz JULIE CHRISTIE, quien en el film encarna a la mujer del bombero, pero también a la dulce y bella Clarisse, el personaje puente entre la destrucción y los hombres-libros, la criatura que conectará un mundo devastado que será neutralizado desde el incipiente amor de una pareja.


Pero FAHRENHEIT 451 señala el triunfo definitivo de un director ante un gran presupuesto y frente a la única película que haría fuera de Francia. Es la victoria, tensa y traumática, de un cruce literario-cinematográfico contra un cine de ideas perimidas, que ya tomaban a la ciencia ficción por el lado de la transcendencia y del diseño abrumador que encubría la falta de ideas.

Acusada de “blanda” y menospreciada aun por algunos incondicionales de TRUFFAUT, el paso de los años favoreció a uno de los títulos más discutidos del director-autor.


Llegó la hora de revelarlo a las nuevas generaciones y reverlo para quienes consumieron ese texto de Bradbury y esa transposición literaria en donde los libros, mujeres y el amor le ganan la partida a un terrorismo de estado que decide quitarle el conocimiento y la sabiduría a la gente dentro de un mundo distópico y futurista pero ya muy cercano, demasiado próximo diría.

O directamente actual.

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