SEIS ROSTROS EN BUSCA DE UN GENIO
Por Gustavo J. Castagna
Un personaje extraordinario como Bob Dylan (24-5-1941) merecía una película no convencional como I’M NOT THERE. En realidad, el Sr. Robert Allen Zimmermann amerita varias ficciones (o algo parecido) como el rompecabezas que Todd Haynes expresó en más de dos horas de metraje.
Y está bien que haya sido así, ya que los beneficiados son el cine, el rock, el folk, el blues, la guitarra eléctrica, la acústica, la armónica, el que busca una non fiction film lejos de la rutina, el espectador fanático de Dylan, el que gusta de alguna de sus etapas por encima de otras, el que nunca lo escuchó y tiene la oportunidad ahora de conocer sus letras y su particular voz, el ávido lector de Arthur Rimbaud y su temporada en el infierno, los conocedores de los poetas beatniks de los 50 y 60 con Allen Ginsberg a la cabeza, en fin, la lista sería interminable en cuanto a pretensiones y propósitos de una película democrática y exigente, invadida por ideas geniales, única en su especie, plausible de más de una visión.
Aquello que no debería sorprender es que Todd Haynes se haya cargado al mito Dylan. Una de sus películas anteriores, VELVET GOLDMINE había fusionado la historia del Glam y las figuras de David Bowie e Iggy Pop con la estructura narrativa de El ciudadano de Orson Welles.
Pero, si cabe una comparación con su precedente, I’M NOT THERE es más desmesurada y poco complaciente, acaso menos placentera que aquella fábula glamorosa, pero también gigantesca en sus variantes estéticas, riesgosa en su formulación, ambiciosa en su decisión por describir a un mito viviente como Bob Dylan a través de seis personajes diferentes.
Sí, leyó bien y la frase anterior no tiene errores. Bob Dylan, artista camaleónico y también único en su especie, está encarnado por un sexteto de intérpretes que reflejan distintas zonas de su vida. Pero no solo eso: I’M NOT THERE refiere a Dylan a través de otros personajes o desde una de sus múltiples actividades, o tal vez, a partir de alguien que él admiró o continúa admirando en la actualidad. Por si fuera poco, la película está contada con un montaje paralelo que resucita en imágenes algún segmento anterior, convalidando aquello del rompecabezas, o en todo caso, de un caleidoscopio infinito que se propone retratar a un genio de siglo XX. Y todavía del presente siglo.
Por lo tanto, si Dylan aparece retratado a través de seis hipótesis de vida, conviene transmitir algunos comentarios para un mejor disfrute y goce de tan complejo y particular film:
Las escenas donde aparece El niño-actor Marcus Carl Franklin, con solo 11 años, refieren al cantante de protesta Arlo Guthrie, una de las influencias más importantes que tuvo Bob Dylan para acercarse a una clase de música acompañada por la guitarra, la armónica y la voz.El actor Ben Wishaw encarna a un émulo de Arthur Rimbaud, el autor de “Una temporada en el infierno”, influencia literaria fundamental en la carrera de Bob Dylan.Cuando aparece en imágenes Christian Bale (visto en VELVET GOLDMINE encarnando al incendiario Curt Wild), el actor interpreta al músico Jack Rollins. En esos momentos, I’ NOT THERE describe la vida de Dylan en los años 60, en aquel contexto donde el director de documentales D. A. Pennebaker (el mismo del Monterey Pop) filmara Don’t Look Back (1966) con el Sr. Zimmerman de protagonista excluyente. O casi. Porque la gran actriz Julianne Moore (actriz de SAFE y LEJOS DEL PARAÍSO) interpreta a una cantante cercana a Rollins, en clara alusión a Joan Baez, otro referente musical de la década. En ese segmento –compactado o entremezclado con otros, se recuerda- Rollins se convierte en un pastor: allí I’M NOT THERE refiere a la conversión de Dylan al catolicismo, abandonando por un tiempo a la religión judía.El malogrado Heath Ledger (el mejor Guasón del cine luego del que interpretara Jack Nicholson) personifica Robbie Clark, un actor que está protagonizando una película biográfica sobre Jack Rollins, es decir, en relación a Bob Dylan. Ese decir, cine dentro del cine, sobre un personaje ficticio que recrea la vida de otro personaje de ficción, pero en sí, ambos basados en alguien real, el sr. Bob Dylan, nada más y nada menos.El ya veterano galán de los 80 y 90 Richard Gere encarna a Billy The Kid, un cowboy de ficción, que invoca a un logrado papel que Bob Dylan compusiera en la película Pat Garret and Billy the Kid (1973, de Sam Peckinpah) en el rol de “Alias”, una especie de western posmoderno para aquellos años 70.Por último, la extraordinaria actriz (se alerta que no hay error de tipografía) Cate Blanchett se pone en la piel del cantante Jude Quinn, vestido con ropas oscuras y dándose a entender por provocativas declaraciones en conferencias de prensa. Jude (Judas) hace anclaje en los años en que Dylan recibiera el rechazo y las iras (bueno, las puteadas y los insultos más estentóreos) de los académicos espectadores del festival folk y blues de Newport, al dejar la acústica de lado y enchufar los muchos voltios de la guitarra eléctrica para cantar Maggie’s Farm, un tema archiclásico a esta altura. Cate Blanchett es igual, pero tan igual y parecida a Dylan, que transmite la sensación de estar observando al verdadero Sr. Zimmerman. Su actuación es memorable, aun en los mínimos gestos, razón por las que ganó varios premios en festivales, incluyendo una nominación al Oscar.
Pues bien, si todavía no se fatigó tratando de comprender a este caótico hermoso rompecabezas, no queda otro camino que disfrutar de una de las arriesgadas propuestas que se hiciera entre el cine y el rock. Gracias a Dylan, a Todd Haynes, al cine y a la música misma.
Ah, un último dato: la música es de Bob Dylan quien, además, quedó más que conforme con la película. Sorprendente decisión de su parte, ya que esto ocurre pocas veces: Dylan casi dejó de sonreír, anda con el ceño fruncido por la vida y carga con la leyenda gestual de un individuo permanentemente enojado y fastidioso. Un genio malhumorado, otro más. Que pase el próximo.
BOB BONUS DYLAN
Bob Dylan aparece en numerosos recitales de diferentes épocas de una carrera musical iniciada en los albores de los 60 y que continúa hasta hoy. Una de intervenciones más conocidas fue en The Last Waltz (El último rock, 1976) de Martin Scorsese, recital sobre la despedida del grupo The Band, que acompañara a Dylan por rutas y caminos pautados por la prosa beatnik y las letras de Mr. Zimermann. Dos documentales sobre el personaje se imponen al resto: la citada DON´T LOOK BACK de D. A. Pennebaker, filmada en los años 60, y en este nuevo siglo, el maratónico trabajo que hiciera Martin Scorsese en la más que extensa, abarcadora y minuciosa NO DIRECTION HOME.
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