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"Metrópolis" de Fritz Lang - Ciclo de Cine de Ciencia Ficción

LOS DE ARRIBA Y LOS DE ABAJO

Por Gustavo J. Castagna


A 91 años de su gestación la potencia visual y temática de METRÓPOLIS continúa avasallando décadas, películas, transformaciones cinematográficas, géneros, fundamentos teóricos, discursos enciclopédicos, textos invadidos por la sorpresa de haberse encontrado en algún momento con una película singular y única.


Esa singularidad atañe a la creación misma del film, a la dupla responsable (director y guionista, además matrimonio en esos años), al más que estupendo acompañamiento de un equipo técnico de nivel superior (con el notable Karl Freund como DF), a los indicadores temáticos que conforman una trama original que hoy no ha perdido un ápice de su novedad.

METRÓPOLIS sigue siendo una película esencial de la historia del cine, una avalancha formal e ideológica que no decide clausurar el cine mudo (como sí, a su manera, lo haría LA PASIÓN DE JUANA DE ARCO de Carl Dreyer, de 1927) aferrada a su omnipotencia arquitectónica, a su perfección visual, a su permanente oscilación entre utopía futurista y distopía atroz y sin retorno como se prevé en muchas de sus secuencias, solo neutralizadas por un desenlace (in)discutible y teñido de alegoría política a futuro cercano, más que cercano.

METRÓPOLIS representa, junto a las anteriores EL GABINETE DEL DOCTOR CALIGARI (Robert Wiene, 1919), EL GOLEM (Paul Wegener, 1920) y NOSFERATU (Friedrich Murnau, 1925), cuatro de las obras seminales de la escuela expresionista alemana, construida durante los años de la República de Weimar (1918/1933), en esa Alemania de entreguerras, sobreviviendo a la derrota bélica, sosteniendo su respiración artística con películas, obras teatrales, canciones y una atmósfera que intentaba neutralizar el hambre, la desolación, la nula esperanza de un futuro venturoso.

El extraordinario film de FRITZ LANG y THEA VON HARBOU será uno de los pilares de aquella vanguardia que en los años 30 poco a poco irá desapareciendo ante la victoria de la serpiente ya no alegorizada a través del encierro dentro del huevo. Será el fin de aquella vanguardia y el comienzo de una nueva era – presentada triunfante en el congreso de Nüremberg de 1934 – ante los ojos cerrados o aun asombrados (miopes, diría) de las democracias europeas victoriosas luego de la Primera Guerra.

En el año de Nüremberg (que será registrado por Leni Riefenstahl en el documental EL TRIUNFO DE LA VOLUNTAD), FRITZ LANG ya no estaba en Alemania y había emprendido un largo exilio hasta los años 50. Pero sí, su ya ex esposa, adicta al nuevo régimen nacionalsocialista que penetraba y se olía en cada esquina alemana.

Por lo tanto, desde ese punto, no suena descabellado trazar un puente comparativo entre el film de LANG-VON HARBOU y la posterior fanfarronada nazi digitada por las excelsas cámaras de RIEFENSTAHL.

Por un lado, METRÓPOLIS y su magnificencia visual, ese mundo de arriba y ese otro de los de abajo, la joven María como posible nexo entre ambos, el hijo descarriado del dueño de esa ciudad ¿futurista?, la rebelión obrera, el malvado científico y su construcción de laboratorio.

Por el otro, EL TRIUNFO DE LA VOLUNTAD y el avión que lleva al líder hacia la multitud que lo aguarda, las miles de personas adorando al sujeto, los discursos, la arquitectura visual de aquella ficción futurista ahora convertida en una perfecta masa humana que señala otra clase de victoria.

El ruego por la aparición de un líder ya era realidad.

La ficción había sido avasallada.

Los esclavos de METRÓPOLIS ahora aparecen uniformados haciendo la venia nazi.

María en METRÓPOLIS se reconvierte en la directora del documental sobre Nüremberg.

Esos dos mundos, uno superior y otro inferior, tal como se veía en el film de LANG, al final del film, conciliados por un mano que espera la llegada de un salvador, un ordenador del reciente caos, acaso un líder.

Ya está.

La ficción de 1926 se reconvierte en la realidad de 1933.

Por ese entonces ya no interesan los símbolos, las alegorías, las marcas que dejaría el expresionismo como vanguardia, desde lo temático y lo formal, mostrando la fortaleza de una nación acongojada, a la espera de un despertar inmediato.

El sonámbulo de CALIGARI ya había despertado, también lo hace NOSFERATU saliendo del ataúd, más tarde María, ahora convertida en robot, abrirá los ojos en la pomposa arquitectura de METRÓPOLIS.

Pero ya era tarde para detener a la serpiente y a sus adictos. El sueño había terminado y por eso LANG se va de Alemania. No habría tiempo para lágrimas pero sí para el divorcio matrimonial.

Quedaba METRÓPOLIS como uno de los films estandartes de una época irrepetible.

Queda para que la descubran nuevas generaciones antes de que la película cumpla 100 años de su gestación.

Mientras tanto, la Segunda Guerra y su inicio ya no estaban tan lejos.

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