FELIZ CUMPLEAÑOS
Por Gustavo J. Castagna
El tema musical alucinógeno-hippie “White Rabbit” de Jefferson Airplane con la gran Grace Slick en la voz suena dos veces en el pesadillesco desarrollo argumental de THE GAME. La segunda vez, acompañando a los créditos finales, se escuchan completos sus tres minutos de brillante composición de letra y música. La pesadilla terminó, por lo tanto, y el engreído y solitario hombre de finanzas Nicholas Van Orton tiene la posibilidad de iniciar una vida afectiva con Christine/Claire luego de tremendos desatinos y peligros que lo colocaron ahí, a un pasito de la muerte.
Justamente, cuando la película se estrenó en Buenos Aires en octubre de 1998, David Fincher era el director recordado por “Pecados capitales” (Seven), un gran éxito de taquilla que construiría un edificio cinematográfico de diez pisos –por lo menos hasta hoy- con sus subas y bajas. THE GAME, que se conoció en nuestro país con el redundante título de “Al filo de la muerte” fue otro ladrillo cinematográfico de alta calidad para que el nombre de Fincher ampliara su radio de acción (o de prestigio bien ganado).
Partiendo de la hipótesis que sería demasiado invasivo describir las motivaciones, las vueltas de tuerca y las sorpresas que presenta THE GAME desde la escritura del guión hasta su concepción en imágenes, puede sugerirse que la trama alude a otras pesadillas cinematográficas (por ejemplo, “Después de hora”, 1986, obra maestra de Martin Scorsese) donde se entremezcla la estética del absurdo con el género policial y una sutil crítica al poder del dinero junto a ciertas culpas que carga con su pasado el atribulado Nicholas Van Orton (excepcional Michael Douglas aprovechando al máximo su hieratismo actoral).
Cerca suyo, el rol que le correspondea Sean Penn como el hermano del protagonista; la rubia de mirada seductora que interpreta Deborah Kara Unger y una multitud de criaturas secundarias más que necesarias para enloquecer y poner en riesgo la vida del hombre de negocios. En ese sentido, más que interesante resulta trazar un puente entre el mandamás de “Wall Street” (1987) de Oliver Stone y el financista, bancario y millonario de THE GAME. No es casual que Michael Douglas haya personificado los dos roles, como si el primero definiera una manera de ver al mundo a través del triunfo en la Bolsa ayudado por los excesos con la cocaína, y el que nos ocupa con la exhibición de hoy, más cerca de una soledad autogestionada, de una culpa no resuelta (la muerte del padre) y de una inclinación hacia el nihilismo que solo puede ser salvada (por lo menos, disimulada) a través del efecto sorpresa.
Es que una nueva vida empezará para Van Orton cuando lo visite su hermano, el antagonista perfecto. Una nueva vida que se convertirá en una odisea –casi- eterna, donde el personaje central será puesto a prueba.
¿Se trata de un juego? ¿Dónde termina lo real y donde comienza la ficción? ¿Por qué retornan personajes abandonados al principio? ¿Cuántas sorpresas más deberá soportar el protagonista?
¿En qué momento se inició el juego y cuándo se entrará en la recta final? ¿Habrá chance de que Van Orton sople las velitas de sus 48 años?
Bienvenidos a THE GAME; la pesadilla ya empieza.
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