TRANS-CINE
Por Gustavo J. Castagna
“I ´m Just a Sweet Transvestite / From Transsexual / Transylvania”
Así se presenta el Dr. Frank –N- Furter ante los imprevistos invitados, la parejita recién llegada al castillo, donde anda experimentando para crear a Rocky, el Frankenstein trans que lo amará de por vida. Ese es solo el estribillo de una de las tantas canciones que transformaron a THE ROCKY HORROR PICTURE SHOW, como bien dicen varias notas, en la madre de las películas de culto a través de las reverencias incondicionales, el espectador fanático y participativo, el delirio interactivo que ya superó holgadamente las tres décadas.
Primero obra de teatro y luego cult movie, la creación de Richard O’ Brien (Riff Raff en la película) tiene a Tim Curry como el científico, en una performance que hizo y que aun hace historia. El culto al film no terminó en los 80 y el flagelo del SIDA no impidió que los fans se desperdigaran por el mundo, desparramando su amor eterno a una película que convoca y parodia a títulos de terror de los 30 de la productora Universal y de la RKO y a clásicos de la ciencia ficción de los 40 y 50. Más aun, la primera canción, con los labios de Magenta (uno de las secretarias del Dr. Furter) en primer plano invocan a Fay Wray (la heroína de aquel King Kong de los inicios del sonoro) y a otros actores y películas que habían recorrido la ciencia y ficción y el terror de dos décadas. El culto cinéfilo, claro está, en el caso de THE ROCKY HORROR PICTURE SHOW, se convierte en el culto trans y en el grito a full que pide la liberación de los cuerpos a través de un hedonismo sin vueltas.
Contextualmente estamos en los años del glam rock, la ambigüedad sexual, el rimmel, las lentejuelas y la purpurina. Son los años de Space Oddity, Ziggy Stardust y David Bowie, los tiempos en que los New York Dolls proponen su himno Personalitty Crisis. Son esos momentos de la historia de la música y de la aparición de las estrellas rock andróginas que bien reflejaría la excelente Velvet Goldmine (1999) de Todd Haynes. En esa Inglaterra pos Beatle y aun con los Sex Pistols haciendo buches y preparando sus primeros escupitajos, comienzan las iniciales representaciones de THE ROCKY HORROR en teatro. Las noticias ya dicen que el espectador participa activamente de la obra, pero será el cine y el film de Jim Sharman (una criatura teatral) la que acreciente el mito. El público canta y sabe de memoria las canciones, en esos años setenta y hasta hoy, baila en los cines y transforma en ídolos por siempre a Tim Curry y al resto de los intérpretes, inclusive a la joven Susan Sarandon. Todos los actores usan sus voces y la opera rock triunfa en el mundo. Antes habían sido Tommy de Ken Russell sobre el trabajo de The Who y Jesuscristo Superstar.
Más tarde vendría Hair! y las referencias a Vietnam. Pero THE ROCKY HORROR PICTURE SHOW es otra cosa: el cine de ciencia ficción y terror del período clásico transmutados a la energía transexual de la época, al sexo sin red, grupal o individual, al baile interminable porque la fiesta se creía eterna. No será así porque el mundo propondría cambios, censuras, muertes, guerras, desolaciones. Pero THE ROCKY HORROR PICTURE SHOW es, no cabe duda, el film de culto de la historia: aun en estos días se sigue exhibiendo en algunos cines de los Estados Unidos e Inglaterra. El espectador no es el mismo, pero el que no cambia es el baile que todos saben bailar: el Time Warp, un pasito a la izquierda y otro a la derecha. Es que el mundo, tal vez, en esos años 70 era un lugar más feliz y menos incómodo que el de hoy. Es que THE ROCKY HORROR PICTURE SHOW es el mejor antídoto, de aquellos y de estos tiempos, para contrarrestar a todos los males de este mundo.
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