EL MONSTRUO ESTÁ VIVO… PERO NO ESTÁ
Por Gustavo J. Castagna
¿Aparece el monstruo al detalle? Semejante pregunta se habrán hecho miles de futuros espectadores antes de ver ALIEN, EL OCTAVO PASAJERO (1979), segundo film de Ridley Scott después de la magnífica LOS DUELISTAS. Interrogante que sería respondido de inmediato y que refería a que el monstruo, aquella criatura alienígena viscosa y babosa, aparece poco y nada en el film inicial de una saga que haría historia, no solo dentro de la ciencia ficción como género, sino también en cualquier página valiosa donde se escribe sobre cine.
Pues bien, han pasado muchos años del viaje sin retorno a la Tierra de la nave Nostromo con sus siete tripulantes y un impensado invitado que dislocará un orden establecido, un marco legal y jerárquico que hará trizas ese bicho de extraña forma que amenaza crecer hasta límites insospechados.
Ocurre que la tranquilidad y la paz le corresponden a una tripulación que divide tareas a través de cargos y que se establece por un orden de jerarquía con Dallas a la cabeza (Tom Skerritt). Por allí también andan Kane (el gran John Hurt), el extraño científico Ash (Ian Holm) y dos mujeres, la frágil Lambert (Veronica Carthright) y una teniente, la futura soldado Ripley (Sigourney Weaver), quien ni ahí imagina el rol que ocupará con el devenir del relato. Ellos cinco, podría decirse, representan la inteligencia, el saber, el conocimiento de cada uno de los rincones de la nave, pero también, de aquello que pasa y ocurre fuera de ella. Pero claro, para que el quinteto exista, debe aparecer la fuerza de los de abajo, el trabajador mecánico, el músculo antes que el cerebro: y por ese motivo están los simpáticos Brett (Harry Dean Stanton) y Parker (Yaphet Kotto). A los siete podría agregarse un habitante felino: el gatito que será compinche de Ripley acá y en la segunda de la saga.
Pero…. el colado principal no tiene ni nombre y está a punto de parir, de meterse en el cuerpo de uno de los tripulantes, de andar de acá por allá por las instalaciones de Nostromo dispuesto a ocupar un territorio que en un principio le es ajeno.
Pues bien, han pasado muchos años del viaje sin retorno a la Tierra de la nave Nostromo con sus siete tripulantes y un impensado invitado que dislocará un orden establecido, un marco legal y jerárquico que hará trizas ese bicho de extraña forma que amenaza crecer hasta límites insospechados.
Ocurre que la tranquilidad y la paz le corresponden a una tripulación que divide tareas a través de cargos y que se establece por un orden de jerarquía con Dallas a la cabeza (Tom Skerritt). Por allí también andan Kane (el gran John Hurt), el extraño científico Ash (Ian Holm) y dos mujeres, la frágil Lambert (Veronica Carthright) y una teniente, la futura soldado Ripley (Sigourney Weaver), quien ni ahí imagina el rol que ocupará con el devenir del relato. Ellos cinco, podría decirse, representan la inteligencia, el saber, el conocimiento de cada uno de los rincones de la nave, pero también, de aquello que pasa y ocurre fuera de ella. Pero claro, para que el quinteto exista, debe aparecer la fuerza de los de abajo, el trabajador mecánico, el músculo antes que el cerebro: y por ese motivo están los simpáticos Brett (Harry Dean Stanton) y Parker (Yaphet Kotto). A los siete podría agregarse un habitante felino: el gatito que será compinche de Ripley acá y en la segunda de la saga.
Pero…. el colado principal no tiene ni nombre y está a punto de parir, de meterse en el cuerpo de uno de los tripulantes, de andar de acá por allá por las instalaciones de Nostromo dispuesto a ocupar un territorio que en un principio le es ajeno.
ALIEN, EL OCTAVO PASAJERO es una obra maestra que no ha envejecido un ápice, que señaló en su momento un nuevo camino a seguir dentro de la ciencia ficción entremezclada con el terror y el suspenso, que recurrió al uso el extraordinario del fuera de campo para transmitir incomodidad en el espectador, que convirtió a su director, a los actores y a buena parte del equipo técnico en celebridades. Es que a partir de ALIEN, EL OCTAVO PASAJERO, su director Ridley Scott llegaría a las grades ligas del cine y al respeto y la admiración del público y de la crítica. Es que desde estas dos horas iniciales de la saga que continúa hasta hoy (con la lamentable ALIEN COVENANT del mismo Scott como último emergente), una casi desconocida Sigourney Weaver pasa a integrar el listado de intérpretes que serán reconocidos debido a sus trabajos actorales pero también, para la memoria inmediata, por haber personificado a la teniente Ripley, acá y en las tres partes siguientes de la saga.
Pero ALIEN, EL OCTAVO PASAJERO fue un reunión de talentos: el guión de Dan O’Bannon encuentra la puesta en escena elusiva y que escamotea información desde la cámara de Scott. Y ni hablar cuando se convoca el nombre de H. R. Giger (1940/ 2014), el eximio pintor, escultor y escenógrafo encargado de la creación de la criatura.
Ocurre que ALIEN, EL OCTAVO PASAJERO surgió en una década (aquellos años 70) más que curiosa dentro del género. Unos diez años teñidos por viajes en el tiempo (FUGA EN EL SIGLO XXIII), metáforas genéricas (CUANDO EL DESTINO NOS ALCANCE) y revivals procedentes de series de televisión de culto (por estos años surge la primera STAR TREK cinematográfica). Sin embargo, un par de años antes de ALIEN, Spielberg había aterrizado a sus pacíficos marcianos en ENCUENTROS CERCANOS DEL TERCER TIPO, y George Lucas, contra todos los pronósticos, empezaría a construir uno de esos mitos que solo le pertenecen al cine: STAR WARS / LA GUERRA DE LAS GALAXIAS. Frente a esta victoria de la industria del entretenimiento, encabeza por Spielberg y Lucas, a fines de la década (justamente), aparece el lado oscuro de la historia: ALIEN, EL OCTAVO PASAJERO.
Una extraña criatura que derrama ácido, a la que se muy poco en imagen pero lo suficiente para atemorizar a más de una generación mostrando poco y nada, salvo, eso sí, el miedo al miedo, el temor a lo desconocido, el pasillo vacío y silencioso, la mirada del gatito frente a un hecho puntual (maravillosa escena), la bombachita de Ripley como objeto fetichista, las lágrimas de Lambert antes de morir y lo mal que le cae la comida al pobre Kane, una vez que se le despega ese extraño ser que cubría su rostro.
Bienvenidos al mundo Alien.
La entrada a la nave es gratis.
Y ESO que aun no se sabe que es anda con ganas de comer.
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