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Crítica de “zona de humo” de verónica mc loughlin

A puerta cerrada.


Verónica Mc Loughlin define “Zona de Humo” (e inevitablemente se define a sí misma) como “la necesidad de encontrar en el refugio material de la ficción una explicación, una razón, un paliativo a la ausencia”.

Esta pieza de notable austeridad bien-entendida propone el encuentro entre dos presos en una pequeña celda, en situación de convivencia forzosa, con eventuales e intermitentes contactos con un guardia-cárcel como único vestigio de un exterior circundante y negado. Y en esa convivencia se cimenta por añadidura una compañía que, en este caso, logra florecer hasta transformarse en un encuentro. Convivencia por compartir el espacio, compañía por cómo ambos emplean ese tiempo y encuentro por la identificación y transformación recíproca que se desprende de ello.



El “Hombre” (Marcelo Bertuccio) es quien está en esa celda no sabemos muy bien desde hace cuánto tiempo. El “Joven” (Emiliano Pandelo) llega a la celda no sabemos muy bien por qué. El “Guardia” (Gabriel Urbani) incorpora elementos y situaciones del afuera, pero poco a poco se irá erigiendo por su calculada inclusión escénica, como la personificación misma de ese exterior.


Violentamente interrumpida por elipsis temporales y, mínimamente, también espaciales; la continuidad del tiempo compartido nos pone sobre las tablas unas pocas circunstancias, a saber: “El joven” no es un habitué del sistema penitenciario, “El hombre” ha tenido una mujer a su lado, que hoy se (re)presenta por unas cartas que le llegan por medio del guardia-cárcel, cierta tensión sexual producto del encierro y la monotonía (guardia-cárcel incluido), un siniestro sistema de dopaje para mantener tranquilos a los presidiarios, y lo más importante: la imposibilidad de recordar (o aceptar) el porqué del encierro. Una especia de amnesia que parece fingida en “El joven”, más cercana a la imposibilidad de aceptar; y un poco más real y severa en “El hombre”, más cercana a una consecuencia de las drogas forzosamente suministradas por el guardia-cárcel. Dejando en claro que, lo que sea que “El hombre” haya hecho, no fue necesariamente saltar un alambrado para entrar a un gallinero a robar huevos.


La “Zona de Humo” entonces, más allá de una posible textura generada por los cigarrillos fumados en la celda, empieza a delimitarse justamente en la imposibilidad de recordar un pasado remoto, lo suficientemente importante como para definir a un ser humano. Dejándolo en un limbo constante y perpetuo.


Si Verónica Mc Loughlin hablaba de la ficción como un paliativo a la ausencia, sus personajes entonces no tienen siquiera a la ficción como aliada para “rellenar las parciales borraduras que ofrece la memoria”, como proponía Juan José Saer en “Lo imborrable”. Sino que vagan sumidas en esa zona de humo que no los deja siquiera mentirse a sí mismos. Encontrando en la compañía, que luego también será negada con el traslado de “El joven” a otra celda, el único territorio posible de libertad.


Román Cárdenas.


SINOPSIS.

Motivos diversos encierran en la misma celda a dos hombres que no se conocen. Un guardia a cargo es su única conexión con el exterior. La convivencia obligada producirá un encuentro en lo que nada es lo que parece. Qué es lo cierto cuando los recuerdos se perdieron.


ELENCO: Hombre: Marcelo Bertuccio – Joven: Emiliano Pandelo – Guardia: Gabriel Urbani.

DRAMATURGIA Y DIRECCIÓN: Verónica Mc Loughlin / Asistente de Dirección y Producción: Luciano Percara / Diseño de escenografía y vestuario: Emiliano Pandelo / Iluminación: Matías Iaccarino / Sonido: Sonia Frickx / Realización de escenogarfía:Zona de Humo / Operación Técnica: Leo Giardina / Diseño Gráfico y Fotografía: Lina M. Etchesuri / Prensa y Difusión: Inna Leske / Luciano Percara.

FUNCIONES: Viernes 21hs. – Teatro del Pueblo / Av. Roque Saenz Peña 943 / C.A.B.A.

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