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“El Conjuro” de James Wan 10 films antológicos de terror

Actualizado: 12 mar 2019

LA CASA NO ESTÁ EN ORDEN

Por Gustavo J. Castagna


A confesión directa: al momento del estreno de EL CONJURO (agosto de 2013) no confiaba ni un ápice en la previa de la película. Los encuentros anteriores con el cine del malayo Wan me habían resultado indiferentes: entre la pirotecnia histérica de El juego del miedo, con la excepción de algunos momentos logrados (luego convertidos en repetitivos a propósito de la interminable saga) y los homenajes sin vuelo al terror de los 70 en La noche del demonio, la puesta de escena de Wan me resultaba obvia, ruidosa, anticlimática, dirigida al target adolescente juvenil (tardío o no) que reclama una rápida edición, nada de construcción de relato y de personajes y sí una buena dosis de sadismo gratuito.


Con esos prejuicios –un acierto es reconocerlos- la primera visión de EL CONJURO fue alentadora, original, extraña para aquellas presunciones anteriores.


La historia no sorprende ya que recae en la típica casa en medio del bosque ahora habitada por una pareja con cinco hijas. Tampoco, en una primera lectura, la trama presenta personajes atípicos (una familia, sus hijos, un grupo de especialistas en actividades paranormales). Más aun, el hecho de que casi todo el film transcurra en una casa canónica al género implica recordar a otras moradas parecidas y poco placenteras,

en especial, buceando en el terror los años 70 (Carpenter, Craven, más tarde Tobe Hopper y su Poltergeist).


Pero el secreto de Wan y de EL CONJURO es que procesan los códigos de títulos genéricos de hace tres o cuatro décadas, los reinterpretan a su manera, los coloca en un nuevo punto de tensión a través de la conformación de situaciones y personajes apoyados por el guión y, a todo esto, le suma una serie de sustos y momentos inquietantes que complacen al adicto del terror y también a aquellos espectadores no tan voraces con esta clase de historias.


 

Tal vez uno de esos secretos se relacione con el temible (pero en este caso, honesto) cartel o muletilla que reza “basada en hechos reales” Esa sinceridad con lo próximo y lo cotidiano provoca que EL CONJURO, por momentos, fusione la hipótesis de estar viendo una historia que transcurre allí, al estilo “cinema verité”, con aquello que marca una ficción.


Es decir, cuando la película ofrece su primera y maravillosa secuencia o al momento en que el matrimonio de Ed y Lorraine Warren (Patrick Wilson, Vera Farmiga) tiene el primer encuentro con el matrimonio que vive en la casa del bosque (la gran Lili Taylor y Ron Livingston), pareja junto a sus vástagos ya acosados por sonidos, ruidos, apariciones fantasmales, espejos ritualísticos, movimientos extraños, sensaciones poco atractivas) la pericia del director Wan nos convence con suma astucia e inteligencia: vamos a ver una historia que se parece a otra de exorcismos, apariciones y casas poseídas por un pasado determinado, pero también, se está invitado a disfrutar del género por medio de una puesta minuciosa y trabajada en sus mínimos detalles.


En esas zonas que en una primera instancia reflejan lo sabido de antemano, junto a las decisiones de Wan por alejarse de los lugares comunes, EL CONJURO triunfa en su utilización de una cámara eficaz y en la construcción de un espacio cinematográfico reacio a los clisés de las actividades paranormales y de los ya devaluados ejemplos del terror al estilo “found footage”


Entonces, frente a semejante victoria estética, nada más atendible que festejar la aparición de una película como EL CONJURO. Aun cuando las puertas quedaran abiertas hacia una segunda parte (ya en 2016) tal como se observa en sus sutiles tomas finales.



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