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"La Adicción" de Abel Ferrara - Seminario sobre Cine de Género: Terror/ Policial

VAMPIROS FILOSÓFICOS

Por Gustavo J. Castagna

¿Cuáles habrán sido los motivos por los que el iracundo y genial (en muchas ocasiones) Abel Ferrara se interesó por un film sobre vampirismo?


¿Habrá sido la mano de su guionista, el ultracatólico Nicholas St. John, habitual colaborador del cineasta nacido en el Bronx? ¿Acaso las ideas aportadas por su productora Annabella Sciorra, también presente en la película en un breve pero importante rol como actriz?

¿O todo se deberá a los fantasmas que caracterizan al cine del realizador, teñido de violencia, sangre, drogas, culpas y redenciones?

La cuestión es que LA ADICCIÓN es el viaje que Ferrara emprendió a las raíces del género (es decir, a las yugulares) pero que, a través de su particular mirada sobre el tema del vampirismo, se convierte en un pretexto para describir un mundo donde el ser humano se ve devastado, frágil, inestable en su mismísima condición.

Ferrara concibió LA ADICCIÓN entre la visceral e incómoda SNAKE EYES / JUEGOS PELIGROSOS (el mejor trabajo en cine de Madonna) y la oscura y genial EL FUNERAL, es decir, en ese período en donde el director dejaría sus mejores películas, dentro de un carrera iniciada en los años 70 con la violentas DRILLER KILLER y ÁNGEL DE VENGANZA, que luego continuaría con tres títulos extraordinarios: CHINA GIRL / SUBURBIOS DE MUERTE (particular visión del mito de Romeo y Julieta), EL REY DE NUEVA YORK (con  el gran Christopher Walken) y UN MALDITO POLICÍA (con un Harvey Keitel cocainómano al margen de la ley y coqueteando con Dios y la culpa).

Pero fuera de los dilemas morales adscriptos al género policial, la incursión de Ferrara en el terror no podría haber sido más que original.

Más aun con un personaje como el de Katherine (Lili Taylor), a punto de terminar su tesis de filosofía que, durante una noche, será mordida por una mujer vampiro vestida con ropas oscuras (Annabella Sciorra). De allí en más comenzará el descenso a los infiernos del personaje central, buscando presas como ocurre en la tipología genérica, se trate de desconocidos, amigos, profesores y extraños, hasta llegar a una escena final donde se establece una orgía de sangre sin fijarse en los resultados finales, es decir, morder a cualquiera y al que se tiene cerca.

La curiosa mirada de Ferrara sobre el tema agrega otros matices, impensados en el género: citas a filósofos y escritores de renombre(William Burroughs, Soren Kierkegaard, Jean Paul Sartre y la lista es larga), imágenes del horror bélico y de los campos de concentración (se trate de la Segunda Guerra Mundial o de Vietnam), reflexiones sobre la naturaleza del mal y sus consecuencias, invocaciones a la condición humana o a la misma degradación del hombre debido a su misma maldad como propósito único.

Todo ello construido desde un sutil, y al mismo tiempo, enfático uso de una fotografía en blanco y negro y de la utilización de una banda de sonido teñida de hip-hop, acordes habituales en la poética del director.

Katherine recorre las calles buscando saciar su deseo, usa anteojos negros y su deterioro físico (también mental) es acumulativo de acuerdo al devenir de las escenas.

Una de ellas es monstruosamente bella: su encuentro con el veterano vampiro Peina (el impar Christopher Walken), una especie de rey sin corona en eso de morder gente, o un humano que dejó atrás sus necesidades urgentes, o un filósofo que en una vida anterior también necesitó recorrer las calles para calmar sus apetencias sanguíneas.

Por ese motivo y por tantos más, LA ADICCIÓN es y no tanto un film de vampiros. En todo caso, habla del ser humano, muerto o vivo, nocturnal al tratarse de esta clase de personajes, degradados por el paso del tiempo o sobreviviendo en ese estado debido a los horrores que provocara a la humanidad a través de los siglos.

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