SEXO + CINEFILIA + POLÍTICA
Por Gustavo J. Castagna
Mayo Francés antes de mayo. Es decir, por los días de enero y en medio del “Affaire Langlois” o de la orden gubernamental de echar a su creador del cargo de la Cinemateca Francesa. Acá empezó todo o sería el prólogo de aquello que vendrá al poco tiempo: los estudiantes y cinéfilos en las calles peleando contra la decisión del Ministro de Cultura André Malraux, recibiendo los golpes de la policía, juntando firmas y personalidades ahí cerca de la Cinemateca.
Godard, Truffaut, Léaud, Jean Rouch, Belmondo y tantos más pero, esencialmente los jóvenes en las calles, adolescentes de la Sorbona y de otras universidades. Así, en imágenes color (reconstrucción) y en blanco y negro (material de archivo) empieza LOS SOÑADORES, con un tema musical de Jimi Hendrix de soporte musical, ese film de BERNARDO BERTOLUCCI recién iniciado el siglo XXI para recordar a aquellos días de enero.
Dos hermanos franceses, gemelos, cultos y cinéfilos (Eva Green y Louis Garrel), protegidos por las chequeras de sus progenitores, y un chico estadoudinense estudiando en París (Michael Pitt) serán el triángulo protagonista de la historia, más arraigado al descubrimiento de los cuerpos, el sexo latente, la testosterona a flor de piel y el cine mezclado con el semen inicial por encima del combate en las calles, las bombas molotov, los graffitis callejeros y la oposición al poder.
Por esos carriles temáticos transcurre la polémica película de BERTOLUCCI, que tuvo sus adeptos y defensores y sus voraces críticos y detractores. En efecto, la narración apunta al descubrimiento del cuerpo antes que la política, al encierro de los tres personajes en lugar de la manifestación callejera, a la discusión verbal cinéfila que, por ahora, importa más que la ocupación de fábricas y universidades. El dato es claro y contundente aun cuando la geografía del inicio de la película se parecerá a la del mayo posterior: todavía se está en enero, en el prólogo del acontecimiento, en las cercanías que pero aun lejos de ese mayo (in)olvidable.
Por eso, los hermanos franceses y su nuevo amigo extranjero debaten sobre cine, expulsan y compiten con su cinefilia apabullante, citan directores y actores, recrean escenas de películas, tienen sexo con esa “ficción” o se masturban para ostentar su conocimiento adolescente construido desde el templo de Henri Langlois.
Los nuevos padres son Langlois, Godard, Truffaut y Bazin que reemplazan a los padres originales que andan por ahí ocasionalmente para solventar económicamente las ideas de los vástagos. Están ahí pero fueron sustituidos por la memoria del cine, por lo menos, hasta que los chicos decidan salir a la calle, luego de un fallido intento de suicidio junto a una salvación azarosa.
Los hijos de la burguesía son los hijos de Cahiers du Cinema, los lectores del mensuario, los que ven cine cerca de la pantalla para estar más cerca de esa ficción. Por eso, el también cinéfilo BERTOLUCCI, el que había roto el cordón umbilical con Godard en ÚLTIMO TANGO EN PARÍS, retorna a su batallón de citas y homenajes, ahora con carácter melancólico, lejos de la reflexión y el ensayo. Escenas de SIN ALIENTO de Godard y MOUCHETTE de Bresson, la banda de sonido de LOS 400 GOLPES de Truffaut invadiendo las imágenes en color, referencias a Nicholas Ray, Buster Keaton, Chaplin, afiches de películas y el cine metido en el cuerpo aparecen en LOS SOÑADORES como hermosos datos decorativos e informativos. Es la cinefilia del adolescente la que describe BERTOLUCCI, no aquella de los 60 que fusionaba tesis con reflexión y ensayo con preguntas sin respuestas, cuando el cineasta italiano era amigo ideológico de GODARD, y este aun no se había autoconvertido en oráculo filosófico.
Y después vendrá la calle y el enfrentamiento con la policía del poder. Y BERTOLUCCi –sabiamente – resolverá el destino de los tres personajes centrales con un plano final en donde la cinefilia voraz empezará a ser reemplazada por la acción en las calles. Mayo ya está a la vuelta de la esquina.
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