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Luis Ortega presentó Dromómanos en el CIC

Poeta, irreverente, sensible, audaz, genuino. Luis Ortega ha construido con el paso del tiempo una carrera singular y heterogénea. El viernes pasado presentó Dromómanos en el CIC, acompañado de Ignacio Sarchi, su productor-cómplice, como él lo llama, y con el que ha conformado una dupla de trabajo que le permitió construir o recuperar la libertad creativa que comenzó a esbozarse en “Caja Negra”, su Ópera Prima.



Marcelo Trotta y Vivián Imar, Directores del CIC, mantuvieron una charla profunda y extensa luego de que, en exclusiva, se proyectase “Dromómanos” para los alumnos de las tres carreras, la cual está siendo exhibida en el Malba.

Encontramos en esta nota, a partir de las preguntas de Vivián y Marcelo, un intento a fuerza de subtítulos, por organizar el fruto de esa charla, como un espejo del universo creativo de este gran director de cine. Dicen que hablar plenamente con un verdadero artista es como iniciar un viaje… Que lo disfruten.


SOBRE DROMÓMANOS

Luis Ortega – Es importante el contexto en el que hicimos esta película. Después de una serie de fracasos dentro de un sistema convencional de producción, ésto era una manera de retomar el control, sin esperanzas de que perteneciera a un mercado, ni que fuera pasada en un cine. Fue como recuperar el espíritu que había perdido a lo largo de los años, después de Caja Negra y de haber trabajado dentro del sistema, con subsidios y demás.

Dentro de ese marco hacemos esta película que es de una libertad que de alguna manera te excluye de todo tipo de parámetro. La hicimos dentro de ese contexto donde yo necesitaba volver a sentirme creativo y para eso tenés que tener más necesidades, para sentirte más solo y por lo tanto más libre. Entonces dentro de ese contexto, en ese momento de mi vida conocí a “Pink Floyd”, el psiquiatra de la película, un tipo de mucha carrera, jefe del área de psiquiatría del Hospital Rivadavia. Un tipo muy importante, muy formado al que le colapsó un poco la cabeza y él voluntariamente aceptó que la psiquiatría no tenía ninguna utilidad dentro de la sociedad y se transformó como en un poeta. En las recetas en donde escribía medicamentos, empezó a escribir poemas. De pasar a atender a muchos pacientes psiquiátricos pasó a tratarlos de otro modo, se los llevaba a todos a comer un asado… hasta que lo excluyeron, el tipo no puede trabajar más.


 

Él me inspiró toda la película: Me contó la leyenda de Pedrito Pedraza, y eso me empezó a hacer trabajar la cabeza, la imaginación. Todo ésto dentro de una precariedad absoluta, en un consultorio donde él vivía incendiado de alucinaciones… no sabía cuando hablaba en serio y cuando no. Y eso a mí me desestructuró completamente y me inspiró toda la película.

Le llevé a la montajista unas imágenes de “Pink Floyd” cruzando la calle, jugando al golf… No sabía bien de qué iba. Necesitaba volver a sentirme vivo como director, como realizador, que no me importara fracasar y que las herramientas de trabajo fueran precarias, que no fuera la mejor cámara, que fuera la peor cámara o la que tenía a mano…

Todo el asentamiento, que es en Berazategui, estaba revolucionado por nuestra presencia. Estábamos con dos mini-dv, y teníamos a toda la gente a favor, un lugar muy particular. La sensatez del proyecto nos daba como una especie de protección, no nos pasó nada ni le pasó nada a nadie. Dromómanos fue el mecanismo por el cual salí de la trampa en la que me había metido. No lo pensé como una película sino como un exorcismo. Estaba produciendo películas con gente con la que yo no me sentía afín, o con actores que por ahí tampoco. Empecé a hacer películas porque ya había hecho una, pero no por el motivo por el que había hecho la primera. Eso es Dromómanos: el proceso de volver a buscar quién es uno y cómo se va a parar para hacer películas o lo que fuera.


SOBRE EL PROCESO DE GUIÓN Y MONTAJE (o al revés)

Luis Ortega – Yo escribía lo que venía después o antes, lo iba pensando mientras hacía la película. Eso es imposible de hacer en un marco de trabajo profesional, pero yo me sentía muy libre. En realidad convivimos mucho nosotros, primero llegamos a un grado de complicidad. Yo les escribía las escenas a partir de un conflicto real y se las daba. Se la estudiaron, Ailín les ayudó a pasar la letra a los chicos que no son actores y le dí a Rosario (Suárez, la montajista) la escena y la editamos. Después pensábamos – “bueno, que filmamos después de esto”.

Era escribir el libro en el montaje y, algo básicamente muy difícil de hacer, que es convencer a todo el mundo de algo que no existe, que no tenés nada para mostrar; ni un papel. Es un espíritu, como contagiarse de la Dromomanía en este caso, como una ebriedad.

Todos sabíamos que había un poema que teníamos que rescatar dentro de nuestras miserables vidas y para eso nos juntamos, hicimos fuerza, sin saber muy bien nada más que el hecho de que había algo que queríamos expresar.

Es una obra de montaje Dromómanos, es realmente un gran mérito de Rosario Suárez, porque teníamos 500 horas de película.

Hicimos terapias grupales donde cada uno cuenta su problema, se abre. Empezamos a trabajar de esa manera, hablando, todos contábamos lo que nos pasaba y quedó una película de una hora, porque es insoportable, es insostenible esto por más tiempo… La película se fue haciendo en el montaje, filmar, montar, está bueno. Así se terminó con esto. Así hicimos esto.


SOBRE LA RELACIÓN DIRECTOR – PRODUCTOR

Luis Ortega – Ignacio (Sarchi) trabajaba en producción y era el más hábil dentro del equipo. Se me ocurrió – “necesito un socio de ahora en adelante”, entonces lo llamé y ahí ya empezamos a hacer algunas escenas que había editado con la montajista.

Lo principal era tener un cómplice, que en este caso era él. No hay manera que uno gane una guerra improbable sin un cómplice, lo primero es encontrar con quién vas a avanzar porque es muy difícil. Lo primero, un productor. Es la clave del cine independiente para mí. Y a partir de ahí, si tenés a alguien que te entiende y ya sabe qué es lo importante de la película, y a su vez, sabe manejar un lenguaje terrenal y también formal y burocrático; y además es un delirante, ése es el socio que uno necesita.


Ignacio Sarchi – La primer imagen que ví yo, cuando Luis me mostró lo que tenía de película, fue la escena de “Pink Floyd” cruzando Figueroa Alcorta “en verde”…Ahí nomás supe que tenía que entrar. Yo venía de trabajar en películas y productoras grandes, que era bastante aburrido, estaba todo muy esquematizado, se hacía todo muy administrativamente y necesitaba un respiro. Y bueno, ahí entramos en Dromómanos, que se armó como un ejército. Un año o más filmando, horas y horas de material que terminó en esto.


SOBRE SU CONEXIÓN CON LEONARDO FAVIO

Luis Ortega – Cuando hice Caja Negra no había visto películas de Favio. Un día recibo una carta por correo, cosa que ya era raro en 2002, nadie te mandaba una carta por correo y entonces ahí le mando otra carta. Él había visto Caja Negra, me dijo cosas muy lindas, y yo le contesté.

Nos conocimos y para mí, él fue como un padre, alguien que te da el visto bueno, que en realidad no te sirve para nada después en la práctica, es emocional. Alguien que te dice que te quedes tranquilo, que te cuenta que pasó su vida endeudado, hipotecando casas para filmar, mintiendo, debiendo plata y, a la vez, como parte de una aventura…

Me contó la historia de Torre Nilson, que era un jugador compulsivo… es como que toda la cosa de la picardía y la delincuencia y hacer películas, está muy de la mano. Y Favio era un delincuente infantil, un vándalo. El encuentro con él fue raro porque parece que marcó mucho mi estilo… pero sin embargo yo lo conocí después de Caja Negra, y para mí esas son señales de una fuerza mayor. Cuando te cruzas con alguien que te hace sentir, que sólo te afirma que todo lo que intuís es así, y que todo el miedo que tenés está bien fundado, y que tenés que ir solo por tu camino, no hay manera de forjar un camino auténtico si no es en el terror absoluto.

Un tipo que te enseña eso es muy valioso, porque cada vez que tenés miedo recordás que no es en vano, el miedo a lo desconocido, el hacer una película sólo como vos la harías. La gente que se lanzó al vació e inventó algo.


SOBRE SU IDEA DE CINE

Luis Ortega – Conozco gente que está haciendo su Ópera Prima y se ponen unas complejidades muy difíciles para hacerla. Complejidades técnicas, como querer que el mismo actor haga 3 personajes, u Óperas Prima de época o de género, un policial o tal cosa. Yo descreo de los géneros, aunque después te quede un policial perfecto. Me parece que el género es un producto del primer mundo, como de un mundo ya masticado que sabe lo que te va a entregar. Me parece que nosotros, la ventaja que tenemos es que no contamos con eso, entonces puede surgir una nueva manera de hacer cine.

En Argentina lamentablemente, las películas que la gente va a ver son las que facturan como película americana, las que se parecen a otras películas. A la gente le gusta ir a ver las películas que se parecen a Pixar, se parecen a…, entonces los directores son inseguros, porque se dicen: – “¿qué voy a contar? ¿Mi mambo? No va a ir nadie.” Pero bueno es la diferencia entre una película y otra.

Ahora trato de aprovechar toda mi paranoia, en vez de paralizarme, estoy muy atento a no hacer todo lo que ya sé que no tengo que hacer…

No hay una piedad absoluta por nada, ni por tu sueño más grande y más importante, a nadie le importa nada. Te encontrás con gente muy buena, de buen corazón, pero nadie te puede ayudar, porque estamos todos tratando de saber quiénes somos, cuanto antes sepas esto mejor.

Se cree que porque la pegaste con una película después es todo más fácil y no es así, es cada vez más difícil, es lo primero que hay que saber. Por eso me alineo en la escuela de Herzog, de hacer películas. Como dice Bukowski, encontrá lo que amas y deja que te mate.

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