JEKYLL Y HYDE
Por Gustavo J. Castagna
Tom Stall es el esposo y padre perfecto de una mujer atractiva y de dos hijos, una niña y un adolescente. Vive en una comunidad pacífica donde el tiempo avanza parsimoniosamente y sin demasiadas alteraciones. La esposa de Tom es abogada, el adolescente padece alguna humillación en el colegio y la niña respeta y admira a sus vástagos.
Jekyll, en tanto, trabaja en un pequeño restaurante y es un tipo respetado por todos: sonriente, de pocas palabras, honesto y paciente, su mirada representa una transparente mansedumbre que se complace con la felicidad. En ese pequeño paraíso familiar y laboral, Tom/Hyde constituye el Bien.
Pero Jekyll tiene un pasado que vuelve, aquel de tiempo atrás, estuvo oculto bajo otro nombre, ese desde el cual identificaba a un asesino sin contemplaciones. En la superficie de la piel Jekyll no podrá esconder a Hyde y su oscurantismo de tiempo atrás. Y allí sí comenzarán a producirse alteraciones y cambios, no solo en él, también en su familia, en el trabajo, en su rutina cotidiana. El Bien, hasta ese momento, actuó hasta donde pudo, el Mal, por lo tanto deberá volver a la acción y poner las cosas en orden.
Cronenberg construyó un excelente policial narrado desde la periferia del género, ubicando su cámara en un ámbito familiar donde la novedad parece haber quedado en el pasado hasta que la violencia cruza la frontera y modifica las características de los personajes. La escena clave es la primera cuando dos sujetos anónimos irrumpen con su instinto asesino y luego llegan al pequeño restaurante donde trabaja Tom Stall. En ese punto, se da cita aquel axioma clásico del policial: “nada es lo que parece ser”, y en efecto, nada será lo mismo desde que Tom se muestre como un asesino perfecto, luego devenido en héroe de la comunidad, y más tarde, en un personaje sininestro y oscuro para su familia.
La aparición del personaje de Ed Harris (extraordinario), con su cara destruida y algún momento más donde se observa al detalle el resultado feroz de la violencia (“violencia” como sustantivo) remiten a aquel Cronenberg de cuerpos dañados con cicatrices y heridas mortales o no. Pero UNA HISTORIA VIOLENTA es un relato clásico, popular, accesible para los que no tan adictos a la obra del director, un policial que se escapa de las convenciones del género y que por ese motivo se convierte en un objeto extraño y particular. Pero claro, el sexo, otro de los temas afines del director, retorna en la historia de Tom Spall y su familia con dos escenas opuestas y complementarias, más que extrañas dentro del contexto pacato del cine norteamericano cuando se convoca a la sexualidad. Dos escenas que identifican, por un lado, a un Jekyll adolescente con su chica rubia hermosa, porrista de la universidad y dispuesta a una posición sexual determinada, pero también, en el otro segmento, a un Hyde violento que penetra a su hembra con malhumor y sin placer alguna, soltando al demonio oculto durante años. En estas dos extraordinarias escenas, también se refleja el porqué. Cualquiera puede convivir con Jekyll hasta que Hyde llega para mostrar el lado oscuro de las cosas.
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